“La prevención de los trastornos conductuales en perros es fundamental”, asevera la Dra. María José Ubilla, etóloga y subdirectora de la Escuela de Ciencias Agroalimentarias, Animales y Ambientales (ECA3) de la Universidad de O’Higgins (UOH). Detalla –además- que los problemas de comportamiento crean una alteración en la convivencia humana o animal, “y también pueden generar abandonos e incluso la solicitud de una eutanasia por parte de un tutor o tutora, junto con afectar –directamente- el bienestar del paciente (perro)”.
¿Pero qué es un problema de comportamiento en nuestro perro? María José Ubilla explica que los expertos lo definen como “la pauta de conducta de un animal doméstico que puede causar lesión o enfermedad en el individuo que la manifiesta o en otros, o que resulta peligrosa o, simplemente, molesta para el propietario del perro/a”.
Orígenes y prevención
Las razones por las que surgen los problemas de comportamiento -detalla la médica veterinaria- incluyen factores individuales de la mascota y factores genéticos y fisiológicos. Y estos problemas de conducta son variados y se pueden clasificar en diversos tipos de agresividades, ansiedad por separación, eliminación inadecuada (de heces y orina), miedos y fobias, así como trastornos compulsivos, entre otros.
La experta explica que el bienestar animal lo componen cinco dominios: nutrición, salud, ambiente, comportamiento y estado mental. A ellos se suman las interacciones humano-animales, influyendo en la salud general de los animales. Por ello es fundamental para prevenir estos trastornos conductuales en perros y generar una convivencia armónica, “considerar que necesitan -sí o sí- realizar ejercicio de manera diaria, ya sea a través de juego o de paseos. Requieren que enriquezcamos los ambientes con distintos tipos de juguetes u objetos que ocupe al can y también, con espacios físicos adecuados donde ellos puedan descansar o refugiarse, sí lo requieren. El contacto social es otro de los puntos, así como el entrenamiento y la estimulación de sus sentidos, ya que todos, unidos, engloban el enriquecimiento ambiental”.
A ello, agrega la Dra. Ubilla, se suman tareas del tutor/a como “aprender a desensibilizar a los perros a ciertos manejos, ya que ellos no están habituados a que les toquen sus patitas, las orejas o les revisen la boca; entonces, desde que son cachorros podemos generar esos tipos de habituaciones, lo que les generará menos estrés cuando los llevamos al veterinario y los examinan”.
Considerar sus necesidades
Y por supuesto, no están ausentes las necesidades físicas de “alimentación, cuidados veterinarios y mentales en las distintas etapas del desarrollo de un perro, entendiendo que en cada una se debe atender distintos procesos de desarrollo. No es lo mismo las necesidades conductuales que tiene un neonato o recién nacido, un cachorro, un individuo juvenil y un geronte (mayor)”, precisa la subdirectora ECA3.
La guía amable para el bienestar de los perros y la modificación de conductas en ellos, -detalla María José Ubilla- implica considerar desde las necesidades biológicas a necesidades cognitivas, pasando por necesidades emocionales, sociales y de entrenamiento amable. Pero ¿qué implica cada, o cómo se materializan?
Las biológicas corresponden a otorgar una nutrición adecuada, agua potable, suficiente ejercicio y descanso. Además de refugio, protección, temperatura ambiental adecuada y atención veterinaria respetuosa. Las emocionales corresponden a sentirse seguros y confiados. Mientras que, las necesidades sociales involucran un vínculo afectivo con personas y perros, además de disfrutar del juego y de actividades recreativas. Las necesidades de entrenamiento amable implican la gestión y aprendizaje sin hacer daño, con estrategias de entrenamiento y refuerzo positivo. Por su parte, las necesidades cognitivas abordan opciones novedosas de entretención y retos mentales.
La Dra. Ubilla destaca que la prevención de problemas comportamentales en nuestros perros es fundamental para su bienestar animal y para una convivencia armónica por toda una vida. Indica –además- que el primer paso de una sana convivencia es “adoptar un perro como miembro de la familia, previo acuerdo con todos los integrantes de ella, para adquirir el compromiso de por vida, que implica hacerse cargo de un animal respetando y satisfaciendo sus necesidades físicas, conductuales y mentales de acuerdo a cada etapa de desarrollo”.