Es la segunda causa de muerte en jóvenes de entre 15 y 29 años en el país y, de hecho, Chile se ubica como uno de los países con las más altas tasas de suicidio juvenil en América Latina.
En el Día Mundial para la Prevención del Suicidio, que se realiza cada 10 de septiembre, la jefa del Departamento de Psiquiatría de Clínica Las Condes, doctora Maritza Herrera, subraya que “las causas del suicidio juvenil son diversas y multifactoriales, es decir, se trata de una combinación de factores individuales, familiares, sociales y/o económicos. Sin embargo, estamos viendo cada vez más factores de riesgo en los jóvenes universitarios asociados a la sobrecarga académica, el aislamiento -por ejemplo, en aquellos jóvenes que deben ir a estudiar a una ciudad distinta a la que reside su familia-, baja tolerancia a la frustración o exposición a ambientes estresantes que generan diversos problemas de salud mental”.
Actualmente, nuestra sociedad está conmocionada por el caso de Pablo Leiva Inzunza, de 27 años, quien cursaba el séptimo año de la carrera de Medicina en la Universidad de Valparaíso y se quitó la vida el pasado 30 de agosto. Leiva –que estaba en su etapa de internado- había hecho prácticas en el Hospital San Camilo, ubicado en la ciudad de San Felipe, y en un Centro de Salud Familiar (Cesfam) de la zona. Mientras su familia vivía en Arica, el estudiante habitaba una casa con amigos en esa ciudad de la quinta región.
Entrevistada por BBC Mundo, la madre del joven, Marta Inzunza, dijo que “a él le minaron su autoestima. Lo que más le molestaba de las prácticas en los centros médicos era que lo trataran como un tonto, como imbécil o estúpido. Lo hicieron sentir así: que no era capaz, que los conocimientos que tenía no eran suficientes para pasar”.
Incluso, el Centro de Estudiantes de Medicina de la U. de Valparaíso sostuvo, a través de un comunicado, que “las prácticas clínicas son un lugar donde el maltrato se disfraza de docencia”.
Sobre esto, la doctora Herrera detalla que “la presión académica y las expectativas de éxito pueden ser extremadamente estresantes para los jóvenes. Esto, sumado a prácticas abusivas o maltrato pueden contribuir a la aparición de episodios de ansiedad, crisis de pánico, depresión, hasta el suicidio”. Y añade: “El fracaso en alguna prueba o práctica, o sentir que uno no es lo suficientemente ‘bueno’ para algo puede desencadenar severos problemas de autoestima y depresión”, aunque remarca que “no debemos olvidar que, habitualmente, hay una multicausalidad en las alteraciones en la salud mental”.
Señales de alerta
Según explica la psiquiatra de CLC, “la identificación temprana de los factores de riesgo y la creación de sistemas de apoyo adecuados, tanto familiares como institucionales, son clave para la prevención del suicidio en jóvenes”. Además, detalla que algunas de las señales más comunes a las que debemos estar atentos incluyen:
- Cambios emocionales y conductuales
- Depresión o desesperanza extrema: La persona puede mostrar tristeza prolongada, desmotivación o una sensación de no tener futuro.
- Aislamiento social: Evita reuniones con amigos o familiares y actividades que antes disfrutaba.
- Cambios drásticos en el comportamiento y el estado de ánimo: Estos pueden ser positivos (por ejemplo, un cambio repentino de estar extremadamente deprimido a actuar feliz o calmado) como negativos (irritabilidad, ira o comportamiento imprudente).
- Pérdida de interés: La persona deja de interesarse por cosas que solían ser importantes o significativas para sí misma.
- Sensación de ser una carga: La persona puede expresar que siente que sería mejor para los demás si no estuviera viva.
- Cambios en la salud mental o física
- Trastornos del sueño: Insomnio o dormir en exceso.
- Cambios en el apetito o peso: Comer mucho menos o mucho más de lo habitual.
- Cansancio extremo o falta de energía: Pueden expresar que se sienten agotados todo el tiempo sin razón aparente.
- Expresiones directas o indirectas de suicidio
- Hablar de querer morir o de suicidarse: Puede ser de manera directa o haciendo comentarios como “Ojalá no hubiera nacido” o “No puedo más”.
- Hablar sobre no tener esperanza: Expresiones de que no hay salida, que las cosas no mejorarán o que la vida no vale la pena.
- Hablar sobre sentirse atrapado o desesperado: Como si no hubiera manera de salir de una situación o un problema.
- Conductas riesgosas o autolesiones
- Aumento en el uso de sustancias: Como el consumo excesivo de alcohol o drogas.
- Conductas peligrosas: Como conducir de manera temeraria o exponerse a situaciones peligrosas sin aparente preocupación por las consecuencias.
- Autolesiones: Cortarse, quemarse u otras formas de autolesión que pueden indicar un malestar emocional grave.
- Preparativos inusuales
- Despedirse de seres queridos: Puede ser mediante una conversación o gestos como regalar posesiones importantes.
- Preparar o hablar sobre un plan: Si la persona empieza a hablar sobre métodos de suicidio o busca maneras de obtener objetos o sustancias para hacerse daño.
¿Qué hacer si observas estas señales?
La doctora Herrera afirma que “el apoyo del grupo familiar o del entorno más cercano es fundamental en la prevención del suicidio, tanto por la posibilidad de identificar señales preocupantes como por la oportunidad de intervenir tempranamente y, a largo plazo, respaldar a la persona para una recuperación”.
Al estar frente a una persona que muestra señales de alerta, la psiquiatra sugiere:
- Escuchar con empatía: No juzgar ni minimizar sus sentimientos, haciéndole saber que te importa y que estás dispuesto a ayudar.
- Ofrecer apoyo profesional: Ayudar a la persona a ponerse en contacto con un terapeuta, psicólogo, psiquiatra o línea de ayuda especializada en crisis.
- No dejar sola a la persona en riesgo: Si crees que el riesgo es inmediato, no dejes sola a la persona hasta que reciba ayuda.
- Contactar a un profesional: Si la situación es grave, busca ayuda inmediata de un médico o una línea de emergencia.